Todo empezó hace años con la casa de esta bloguera belga. En ella, los colores pastel, especialmente el blanco y el rosa, tiñen casi todos los rincones del hogar y los accesorios que en ella se encuentran. Es la suya, sin duda, una de esas casas especiales, de cuento, que pueden despertar la admiración de muchos aunque también el horror de aquellos para los que el rosa es sinónimo de cursi. El caso es que, tras años siguiendo su blog, no dudé en lanzarme a imitar su estilo en, almenos, una parte de mi casa; la cocina, con una reforma low cost y sin obras.
Mi antigua cocina era de todo menos personal. Cocina en línea hecha con la obra del edificio, se repetía idéntica en cada una de las viviendas del mismo y, aunque grande y funcional, no era para nada bonita. Ésta era mi antigua cocina:
Y eran principalmente 4 sus puntos en contra:
- Alicatado de las 4 paredes. En este país se ha dado por hecho durante décadas que tanto los baños como las cocinas obligatoriamente debían estar alicatados. A nadie se le ocurriría alicatar un dormitorio… ¿Por qué entonces alicatar toda una cocina? ¿No existen otros recubrimientos? ¿Debemos condicionar la apariencia casi de por vida de la cocina colocando un revestimiento tan aparatoso de colocar y retirar? ¿No bastaría con proteger la pared únicamente en las zonas de trabajo? Definitivamente, sobraba alicatado en mi antigua cocina…
- Greca verde a media altura. Otro sinsentido del costumbrismo habitual. Si no colocamos una cenefa o greca a media altura en la pared del salón, ¿por qué colocarla en la cocina? Entiendo esta costumbre cuando se pinta o empapela hasta media altura, cuando entonces la greca hace una función de remate, pero a media altura entre el mismo material, lo único que se consigue es un punto de atención hacia un elemento que estéticamente deja mucho que desear.
- Fregadero de 2 senos. Reconozco que 2 senos pueden resultar útiles y hasta necesarios si no se dispone de lavavajillas pero, en mi caso, era un elemento que no necesitaba para nada y que, además, restaba espacio a la zona de trabajo.
- Color de la encimera. La encimera original de la cocina era de granito color rosa porriño. Alabo las propiedades de este material (sin duda uno de los más resistentes para este uso), pero precisamente ese color… hubiese aceptado un granito veteado, un jaspeado más discreto pero no ese batiburrillo de rosas, grises, blancos y negros que más que un motivo, a mí me parecían una mancha continua con la que se camuflaban las propias manchas de mis cocinados.
Aún con estos puntos en contra, la cocina tenía algo muy, muy positivo y era el color blanco dominante de la misma. Que el alicatado fuese blanco era un punto a favor para mantenerlo en la zona donde realmente era necesario. Y, por supuesto, que los muebles fuesen también blancos evitaba tener que realizar cualquier modificación sobre ellos.
Teniendo claros los puntos en contra y a favor, era el momento de actuar. La primera decisión fue mantener el alicatado en la pared amueblada, correspondiente a la zona de trabajo, pero eliminarlo de las otras 3. Eliminar , en realidad, no sería la palabra correcta ya que quitar un alicatado no es tarea fácil, además de ser una obra que acarrea un montón de escombros y para la cual también sería necesaria una licencia de obras… No era la intención meternos en faena de tal envergadura, así que la alternativa fue tapar el alicatado enyesando las paredes sin antes retirar las baldosas. Enyesar directamente sobre las baldosas no sería viable ya que no se conseguiría buen agarre del yeso, por lo tanto, lo primero fue dar con rodillo, como si de pintura se tratase, esta imprimación a las baldosas:
Seca la imprimación, se puede proceder a enyesar. No digo que enyesar sea una tarea fácil pero con paciencia y si puede ser con ayuda, tampoco es una tarea que entrañe excesiva dificultad, especialmente si la superficie a cubrir es poca. Para colocarlo, lanzamos el mortero de yeso con fuerza sobre la superficie, lo alisamos con una llana y pasamos luego una regla en todas las direcciones para asegurarnos que el grosor sea el mismo en toda la superficie.
El siguiente paso, una vez enyesadas las paredes, fue pintar de rosa y para dar mayor calidez y romper con este amado/odiado color, colocar un friso de madera blanca a media altura. El friso (machihembrado) fue colocado directamente sobre la pared con adhesivo de montaje, recortando con la sierra de calar las tomas eléctricas. Debo aclarar que, tras dos años de uso de la cocina, y pese a que el fabricante del mismo recomendaba su colocación con ristreles, el friso no se ha despegado ni movido de su ubicación… ¡perfecto resultado con el adhesivo de montaje!
El resultado final de esta zona, tras colocar un conjunto de mesa y sillas (también recicladas) y una alacena antigua, no puede ser más dulce y apacible:
Resuelto el punto 1 y parte del 2, quedaba por eliminar la greca verde de la pared amueblada, resolver la estética de la encimera y afrontar el cambio del fregadero.
Paso a paso, la primera idea para hacer desaparecer la greca verde aún visible fue pintar con esmalte especial para azulejos, pero tras una visita a la tienda de pinturas, el consejo del profesional fue que al ser tan estrecha la zona a cubrir, un esmalte blanco brillante multisuperficies (más barato y a la venta en formatos más pequeños que el anterior) serviría. Y así ha sido. Tras dos años, el esmalte ni ha saltado ni deja entrever el color original que hay debajo. ¡Otro problema solucionado!
Con estos trabajos, el cambio dado a la cocina era más que notable, pero como ya hemos dicho, uno de los puntos a solucionar era el rosa porriño de la encimera de granito y el fregadero de dos senos. Aunque la posibilidad de pintar la encimera de blanco y revestirla de un barniz todo terreno para que aguantase golpes, cortes y rozaduras, existía, pintar y mantener la encimera no era compatible con el cambio a un fregadero de un solo seno, por lo que llegados a este punto, se hizo imprescindible recurrir a un profesional; el marmolista.
Tampoco tenía ningún sentido prescindir de una encimera de granito para instalar otra de menor calidad por lo que, al final, y tras descartar por su elevado precio una encimera con fregadero integrado de corian, decidimos instalar una encimera de silestone completamente blanca que dos años después todavía me tiene enamorada.
Pese a ello, reconozco que la antigua encimera de granito era mucho más sufrida; por supuesto, la encimera blanca requiere mucha más constancia en la limpieza porque cualquier mancha o salpicadura va a ser visible sobre ella, pero esto no quiere decir que se ensucie más, sino que las manchas son más visibles. Y como las manchas son más visibles, también es más fácil limpiarla, así que el resultado es una encimera siempre limpia e higiénica. ¡No volvería a mi anterior encimera por nada!
¿Qué os parece esta cocina? Fue reformada por poco más de 2000€ y, eso sí, el 80% del presupuesto se lo llevó la encimera de silestone.